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Como canto de sirenas

Hace pocas semanas se cumplió el primer año desde que llegué a Madrid, dejando atrás varias de mis vidas en Buenos Aires.

 

Aquel día, al poner pie en el Aeropuerto de Barajas comencé otra vida, la que se presentó rodeada de mucho y profundo AMOR. 

 

Ese amor se sintió en mis entrañas y era fácil descubrirlo en las caras sonrientes y ojos humedecidos de mis hijos que llevan varias décadas residiendo aquí y en la de mis nietos, nacidos en España.

 

Pero, a diferencia de mis otras juventudes que cargo en mi memoria, esta nueva juventud comienza muy lejos de todos aquellos momentos que, cuando vuelven transformados en recuerdos comprimen mi pecho y agitan mi respiración.

 

Se suele decir que la muerte de un ser querido, las separaciones y las mudanzas son causa de profundo estrés porque implican cambios y rupturas de lazos.  Ello lleva a altos niveles de incertidumbre, estados de tristeza que hacen arduo y pesado el camino hacia la saludable adaptación.

 

Hay un tratamiento ancestral que debidamente administrado ayuda a mitigar esos momentos evitando se transformen en crónicos y lleven al estado de desesperación. Ese tratamiento tiene nombre, se llama: DUELO.

 

El tratamiento no es fácil transitarlo. En mi caso tengo un enemigo de esta época que a cada momento se me aparece empeñado en hacer difícil mi duelo. Se llama: REDES SOCIALES.

 

De repente, sin yo pedirlo se me presentan con imágenes de recuerdos felices de los últimos años, que en este momento me duele traerlos al presente. Y así logran ocupar mi mente con la clara intención de anclarme en el pasado. Ese pasado que nunca volverá a ser lo que fue, ni siquiera geográficamente, lo que me lleva al dolor de sentir que ya no pertenezco a ningún lado.

 

Trato de no caer en la trampa que, como “canto de sirenas”, me quiere atrapar y hundirme en una culposa congoja del ingrato traidor que renegó de su pasado.

 

Si analizo desde el pensamiento lógico mis vivencias de los últimos tiempos, no debería serme difícil el presente, ni la creación de mi futuro, pero está instalado en cada molécula de mi cuerpo el gen “ARGENTO” (expresión coloquial que destaca la esencia argentina).

 

La argentinidad es un sentimiento que se vive en el alma, sin importar donde haya nacido la persona, ni donde se encuentre. El ejemplo típico es el escritor Julio Cortázar nacido en Bélgica, residente en París.

 

Como argentino lo digo, Julio fue y será siempre: Un “Argento”, Porteño de pura cepa que supo encontrar la misma inspiración caminando por “Les Champs-Élysées” que aquella imaginación que descubrió en los típicos bares del barrio de Palermo de su querida Buenos Aires.

 

Cada argentino vive, sufre, se puede alegrar y amargar a la vez. Basta con poner atención a las letras de los tangos, para entenderlo.

 

Los argentinos somos nostálgicos, ocurrentes, arrogantes, románticos, flojos de lágrima, todo a la vez. 

 

También somos fáciles para el querer y ser queridos. Nos gusta hacer amigos y convertirlos en hermanos. Estamos siempre dispuesto a poner la oreja y el hombro en sus pensares y crear momentos de alegría, para verlo reír.

 

En esta incongruencia tan nuestra, me encuentro ahora queriendo soltar y a la vez no dejar ir.

 

Hay una frase que se hizo icónica: “A los argentinos: No los entenderías”.

 

La frase resume la idea que somos difícil de comprender por nuestra historia, la política y la cultura. Somos individuos apegados a costumbres que nos identifica y las llevamos a todos lados.

 

Sin embargo, somos muy críticos de nuestro país y de su gente, a la vez:  Ambos nos enorgullecen.

 

Repudiamos nuestra realidad social y a la vez nos culpamos por ello.

 

Este cóctel de incongruencias creó nuestro ADN de espíritu vibrante de capacidad creativa y espíritu resiliente.

 

Mientras ponía palabras a este momento recordé una canción que recorrió el mundo en la voz de Alberto Cortéz y  Julio Iglesias, escrita por un argentino cuya letra dice:

 

"...No soy de aquí, ni soy de allá. No tengo edad ni porvenir. Y ser feliz es mi color de identidad..."

 

De repente descubrí que existe otra nacionalidad que cualquiera puede elegir, y así convertirse en: “Ciudadano del mundo”.

 

Entonces, gracias a esta catarsis -a la que le pude poner palabras escritas- es que ahora digo:

 

¡ No tengo idea ni cómo, ni cuándo será, pero estoy convencido que superaré MI DUELO, saldré fortalecido, porque: Ser feliz es mi color de identidad !!.

 

Así, cada mañana en mi interior retumba con impulso hispano un grito de libertad que dice:

¡ A POR ELLO !!!

 
 
 

1 comentario


PEMECO FANTÁSTICO!!, te sigo hace años.

Gracias por tanto!!!

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