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Alix. 1

Actualizado: 7 jul

Pérez Reverte dijo “cuando muere una persona mayor, no solo se muere él, muere el mundo que él vio. Al morir un abuelo se lleva detrás la mirada que él solo tiene y que los jóvenes no van a tener.”

Cuando murió mi madre, mi padre quedó desolado, como es natural. Él era muy de contarnos historias, (batallitas las llamábamos) y le animamos a que escribiera sus memorias. Y así lo hizo afortunadamente. Algunos hechos ya los conocíamos, pero otros nos fueron revelados por primera vez.

A través de estos recuerdos, nos dio muchos datos, por supuesto de su familia, la pena fue que mi madre ya había muerto y perdimos ocasión de saber más sobre sus ancestros.

Mi padre empezó a escribir, nos dio datos de su familia, abuelos y procedencia, (iré de vez en cuando dando referencias de ellos)

Pertenezco a una familia de un pueblo de Toledo. Mi madre era la 4ª hija de familia con tierras, que no rica, lo suficiente para que mis abuelos en esos tiempos, enviaran a estudiar a Madrid a sus hijos varones mientras que sus hijas aprendían corte y confección. Mi madre me contó que iba con su hermana a la academia de Corte y que a ella nunca le gustó y no fue capaz de hacer un vestido en toda su vida.

Mi padre era hijo del secretario del Ayuntamiento y a su vez tenían un estanco. Curiosamente ni mi abuelo, ni mi padre, ni su hermano fumaron jamás en su vida y en esos tiempos ya era raro.

En un pueblo agrícola o tienes tierras de cultivo o tienes poco futuro, por lo que mi padre se preparó para unas oposiciones y las ganó. Al poco tiempo la guerra estalló y mi padre con 21 años tuvo que irse a ¿luchar? En ese momento mi madre y mi padre ya eran novios. Durante el tiempo que duró la guerra no dejaron en ningún momento de escribirse y madre guardó todas sus cartas, en un mueblecito que teníamos en el pueblo. Cuando después de la muerte de mis padres vendimos la casa del pueblo, mi hermana y yo quemamos todas cartas con mucho dolor.

Al terminar la guerra mis padres se casaron. Fueron años muy duros y difíciles para un funcionario ya que en Madrid pasaban necesidades. Me contaba mi padre que se iban al pueblo para comer en condiciones y volvían a Madrid con una maleta con comida, con mucho cuidado para que no les pillaran y se lo quitasen, ya que podrían denunciarlo por estraperlo. Con la escasez que tenían en Madrid, mi abuelo materno le pidió a mi padre que volviera al pueblo y que le ayudara con las tierras. Y así lo hizo hasta que murió mi abuelo. Entonces las tierras se repartieron entre los herederos y mi padre decidió que ya era el momento de volverse a Madrid.

Siempre había lamentado no haber podido estudiar una carrera y tenía muy claro que sus hijos sí tendrían esa oportunidad, pidió el reingreso al Ministerio y nos trasladamos a un barrio céntrico de Madrid, en ese momento éramos cuatro hermanos y yo era la pequeña, pero siete años después, ya en Madrid, nació mi 5º hermano, el único de la familia que nació en un hospital

Del traslado a Madrid no guardo ningún recuerdo, supongo que debió ser una movida importante, ni he oído comentar a ninguno de mis hermanos mayores sobre la mudanza (buen momento para hacerlo ahora).

Tengo recuerdos muy antiguos y borrosos de sucesos que al comentarlos con mis hermanos me dicen que no puede ser que los recuerde porque era muy pequeña, quizá los debí escuchar tantas veces que los tomé como propios, fueron unas lluvias torrenciales que inundaron la carretera de mi pueblo, las cunetas, el agua entraba por debajo de las puertas y la riada arrastraba hasta algún animal.

Siempre me ha llamado la atención la capacidad de adaptación que hemos tenido en la familia de cambiar de una casa a otra, pasábamos de Madrid años 50s a principios de siglo en mi pueblo, sin ningún problema, fácilmente, en esos tiempos en mi pueblo no había agua corriente, no teníamos ni cuarto de baño, prefiero no contar como nos las arreglábamos, pero nos parecía tan normal, y no creo que nuestro pueblo fuera la excepción en esos tiempos. Pero esto se solucionó. Mi padre decidió instalar una fosa séptica e hizo un cuarto de baño (un lujo).

En mi pueblo había dos caños, el nuevo y el viejo, éste se encontraba muy cerca de mi casa, el agua del caño no dejaba de correr las 24 horas, por lo que mi padre ideó la forma de tener agua “corriente” en casa. Compró una manguera y por la noche la poníamos en la boca del caño y llenábamos una gran tinaja que teníamos en el patio. Colocó en el doblado de la casa un depósito y entre todos lo llenábamos, haciendo una cadena de cubos de agua. Ningún motor, solo con la fuerza de la gravedad. Para nosotros fue un gran logro.

Todas las vacaciones que teníamos las pasábamos en el pueblo, allí teníamos una gran familia de tíos y primos, estos, al no tener cerca de allí ningún colegio para estudiar bachillerato, estaban internos en colegios de Toledo capital. Por lo que los encuentros eran estupendos, 3 meses en verano, Semana Santa y Navidad. Todavía recuerdo el frio que pasábamos en diciembre en una casa enorme, con braseros y mantas, que pesaban tanto que nos dolían los dedos de los pies por el peso. No recuerdo lo que cenábamos, pero recuerdo los “villancicos” que cantábamos, eran canciones populares que la mayoría de ellas no hacían referencia a la Navidad, pero sólo se escuchaban en esos días. Años después, descubrimos que Joaquín Diaz, cantante folclórico, recopiló varios libros de canciones, romances en las que encontramos “nuestros villancicos”, con otra musiquilla pero letras muy similares.

Los veranos que pasamos en el pueblo fueron especiales, nuestra casa era una casa de labor como muchas de la provincia de Toledo, hecha de adobe, paredes de casi un metro y tejas, la puerta principal y la puerta falsa.

En el tiempo de labor una vez que se recogía la cosecha de cereal, entraban los carros por la puerta falsa, que descargaban el grano, que se metían los costales y se subían a la parte de arriba de la casa que se llama doblado (doblao para los oriundos). La paja se guardaba en los pajares, evidentemente, nos llamaba la atención que se empezaba a llenar por la puerta y cuando ya no entraba más se cerraba la puerta y seguían metiendo la paja por una por una ventana pequeña que estaba en la parte de arriba, a la que llamaban boquerón.

Con la paja se cocinaba, se hacia la lumbre en el suelo y se colocaban los pucheros con comida por la mañana, de vez en cuando se le echaba un ojo para que no faltara el agua. Eso sí, cada día comíamos cocido, como consecuencia durante mucho tiempo todos los hermanos acabamos hasta el gorro de comer lo mismo.

Una de las diversiones que teníamos era ir a la era a montarnos en el trillo y nos dejaban que diéramos todas las vueltas del mundo con las mulas hasta que nos cansábamos o nos achicharrábamos con la solanera que hacía. Todos los primos queríamos montar. Las mulas no nos hacían ni caso, pero con un silbido del labrador se ponían en marcha de inmediato.

El pueblo para nosotros significaba diversión libertad. El tiempo de verano culminaba con las fiestas de San Mateo, 21 de septiembre y era lo máximo. Venían los feriantes, contrataban una orquesta que se ponía en medio de la plaza y a bailar. La víspera de la fiesta había pólvora (fuegos artificiales) Se rifaba el guarro Antón, un cerdo que dejaban en libertad un par o tres meses antes de la fiesta y que la gente del pueblo alimentaba en la calle. En S. Mateo se vendían papeletas y se rifaba.

Y llegaba el triste momento de volver a Madrid al Cole, hasta las siguientes vacaciones.

Pero todo se acaba terminando. Un verano un primo hermano se mató en una moto. Fue una tragedia terrible, la primera vez que yo tuve contacto con la muerte. En los pueblos los duelos y lutos eran muy rígidos, mi tía, (viuda) y mis primas, como exigían las normas, se vieron obligadas a vestirse de negro riguroso y ponerse un velo y a no salir a la calle, pero mis primas, chicas jóvenes se acabaron cansando y empezaron a relajarse con esas imposiciones tradicionales y ya hubo alguien que les fue a advertir que las estaban criticando. Como tenían otra casa en Toledo decidieron irse ese verano para allá y mi prima del alma se fue. Estoy hablando de los años 60.

En 1965 mi padre decidió que nos iríamos a la playa y ya se acabó ir al pueblo a veranear, pero la casa se mantuvo allí, mis padres iban con frecuencia, los hijos a veces los acompañábamos con los nietos. Era una casa muy grande y fresca ideal para el verano, mi padre compró una piscina pequeña para los nietos y disfrutaron de lo lindo.

El tiempo pasó, cuando mi madre murió mi padre no quiso volver más al pueblo. Cuando murió mi padre decidimos venderla, tuvimos suerte que en ese tiempo estaba la fiebre del ladrillo y nos compraron la casa para hacer pisos, pero debido a la burbuja inmobiliaria se desplomaron los precios y la casa no se tocó, supongo que algún banco de quedó con ella.

He pasado alguna vez por allí y me he encontrado la casa, allí en pie, la han arrancado las rejas y ahora está fea. Pero me digo, esa casa ya no es mi casa, mi casa son los recuerdos felices que guardo y que mientras yo viva vivirán conmigo.


Alicia Díez-Canseco



Alix. 2


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La Dra. Jane Goodall, conocida mundialmente por su investigación con los chimpancés, siempre ha declarado, que para ella, los perros son sin duda sus animales favoritos.

Cuando era niña tenía miedo a los perros, mi madre me contaba que si iba conmigo por la calle y la apretaba la mano es porque había visto a un perro. Mira por dónde, me casé con un amante de los perros, que toda su vida había querido tener uno, pero sus padres no se lo permitieron. No fui fácil de convencer ya que seguía con mi fobia perruna, pero no me pude resistir a mi primer perro, Bloing, un cachorrito cocker dorado. A partir de ese momento me rendí al cariño que me daba esa cosita tan pequeña y bonita.

Después vinieron muchos más perros, con diferentes finales, de los que ahora me dolería hablar.

Yo tenia hasta el domingo a mi perro teckel Siro, tenía 6 años, hace unos meses empezó a tener un comportamiento raro, se quitaba de en medio siempre que podía, escondiéndose en lugares recónditos. No le di mucha importancia ya que tengo otra perrita con mucha personalidad que era la jefa. El caso es que le llevé al veterinario y pronosticó que podría tener un tumor en la cabeza, las pruebas que tendría que pasar serían duras y sólo para estar seguro del diagnóstico, en caso positivo habría que extirparlo o bien tratarlo con quimio y no quise que pasara por ninguna de estas situaciones, por lo que decidí que viviera tranquilamente hasta el final. El problema era si yo sabría cuando iba a ser.

He pasado varios meses temiendo el día en que tuviera que decidirme, por las noches estaba muy apagado pero al día siguiente estaba alegre. Cuantas veces le he preguntado a él, ¿sabrás decirme cuando estés preparado? ¿Comprenderé que ya es el momento? Esa angustia he sufrido con mas dudas desde mayo. Un día no se levantaba y avisé a un hijo mío que me acompañara al veterinario, cuando llegó Siro empezó a saltar y a correr a su alrededor de contento y echamos marcha atrás.

El domingo 29 mi perro no dejaba de dar tumbos, como si estuviera mareado, curiosamente no quería tumbarse y no paraba de dar vueltas tropezándose con todo. (después me diría el veterinario que suele ocurrir en los últimos momentos). Llegué a entender que ya era el final, me fui con mis hijos a la clínica y murió pacíficamente mientras le acariciábamos.

Adiós mi perrito querido, te echo de menos. Me gustaría creer que un día volviéramos a encontrarnos todos los ausentes y como dice ese tango :

CUANDO YO TE VUELVA A VER NO HABRA MAS PENAS NI OLVIDO



 
 
 

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