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Senderos Sinuosos...

Actualizado: 5 abr


MI VIDA EN COLORES                          

Me ha tocado nacer en la era del blanco y negro o acaso con mil matices de grises, pero hasta donde mi consciencia me permite escrutar, me seduce ver lo cotidiano como un caleidoscopio donde lo conocido, lo usual y lo corriente se sobrepone en un juego de luces reflejadas con lo extraordinario, lo imprevisto y lo desconocido.

Con la ayuda del imaginario pincel de mi mente, soy capaz de maquillar todo con tonos vibrantes, encontrando en esa acuarela de colores el estímulo que necesito a medida que envejezco. Es simplemente una actitud ante la vida.

Frente al desafío de articular un relato sobre mis peripecias existenciales, me planteo expresar cada acción en tiempo de verbo presente, evitando los pretéritos, es decir, me sumerjo dentro de mi propio personaje en el sitio real y el momento puntual. Ciertamente no rehúyo de todas aquellas historias ancestrales, pero sí huyo del uso de un pasado que conlleve nostalgias y melancolías.

Tampoco soy adicto a seguir un orden cronológico de los hechos, sino más bien a un tratamiento episódico un tanto anárquico, como para no caer en el aburrimiento o el agobio.

La vida de un ser humano, como la vida de un árbol, tiene sus ciclos y los que tenemos la dicha de transcurrirlos sin interrupciones, llegado un momento necesitamos, en un sentido figurado, visitar el templo de la memoria, para integrar así “nuestra” vida en el entorno que hemos transitado.

Si hay un referente al que soy afecto es aquel aforismo extraído del “Anamchara” o libro de la sabiduría Celta:

<<El único terreno del tiempo es el presente. La memoria humana es sutil, sagrada, personal. Posee su propia selectividad y profundidad. Es un templo interior de sentimientos y sensibilidad. La memoria es el lugar donde reside tu alma . . . Visitar el templo de la memoria no es un mero regreso al pasado; es despertar e integrar todo lo que nos sucede.   Descubrir el significado de algo que te ha sucedido es una de las formas esenciales de llegar a tu comunión interior y descubrir la presencia protectora de tu alma >>


RECORRIDOS ANCESTRALES

Mi historia familiar está profusamente ilustrada. La genealogía está contenida en 1.200 folios entre documentos, fotos, mapas, historias y leyendas. Son escritos relatados en cinco idiomas (Alemán, Inglés, Castellano, Afrikaans y Latín). Estirpe de origen germánico / anglosajón en sus distintas vertientes. La crónica comienza en los albores del siglo XVIII  (1708), con el “hexabuelo(1) Hanz”, dilatándose por más de 300 años y 11 generaciones en línea directa,  hasta la actualidad. En ella convergen en un crisol el catolicismo, el anglicanismo y el protestantismo según de qué rama familiar se trate, siendo este último el credo predominante.

De estamento burgués y espíritu emprendedor y aventurero, la 5ª generación se lanzó a su incursión transoceánica en la segunda mitad del siglo XIX con suerte diversa. Partiendo del puerto de Hamburgo, en el velero tipo fragata “La Rochelle” que fuera utilizado en la guerra de Crimea para el transporte de tropas y reconvertido para trasladar emigrantes, con destino a Sudáfrica. Al cabo de dos meses y días de navegación y a poco de llegar a su destino en Cape Town, nace mi abuelo en altamar a bordo del navío. La anécdota es que el abuelo carecía de país de nacimiento, pero paradójicamente se había hecho acreedor a tres nacionalidades, alemán (por la bandera del buque en que navegaba), británico (porque surcaba aguas territoriales sudafricanas), a la sazón África del Sur era parte del Imperio Británico, y suizo (por la nacionalidad de sus progenitores).

El destino quiso que 68 años después yo naciera en Argentina, pero lo considero un mero accidente, habiendo identificado al ancestro “culpable” del desatino, pero no le voy a regañar. Que en paz descanse. Se trata solo una reflexión personal, al no vislumbrar las ventajas de haber cambiado una existencia relativamente confortable y arraigada en una cultura centroeuropea por una apuesta del alto riesgo, no exenta de incertidumbre al afincarse en tierras ignotas en el extremo sur de América, en pleno siglo XIX.

En la escala genealógica yo pertenezco a la 8ª generación. Con mi biznieta británica, nacida recientemente, se inaugura la nueva hornada (11ª). Mi mujer y yo, junto a nuestra progenie somos cuatro generaciones vivientes en este siglo XXI.

(1)  Hexabuelo, (se dice del bisabuelo de mi tatarabuelo)

 

LEYENDAS PECULIARES 

Mi tío Carlos, “el biógrafo” ha ocupado setenta años de su casi centenaria vida a investigar las raíces, trayectoria, tradiciones y relaciones de la estirpe. Acudiendo a sus fuentes originales, ha logrado conformar un genograma rico en registros y evidencia documental, que abarcan tres siglos, como ya me he referido en la narración anterior.

Se poseen datos sobre antepasados más remotos, los cuales llegan a nuestros días por el boca a boca, de generación en generación y por tanto susceptibles de convertirse en fábulas, por más genuino que su origen pudiera parecernos.

Las crónicas enfocan hacia ciertos antepasados que dieron increíble lustre, prestigio y honor al apellido en épocas lejanas. De entre los variopintos personajes legendarios, he elegido a aquellos, que a mi criterio, más se han destacado.

Jakob Isaac Althaus. Allá por la época del mítico Guillermo Tell en el siglo XIV, ejercía la profesión de solicitar contribuciones a los viajeros en los caminos alpinos (peajes). Oficio muy lucrativo y honorable, excepto cuando el viajante se negaba a tributar y era despojado y apaleado sin piedad. Evidencias hay de que acabó en la horca, aunque una versión menos benigna, nos cuenta que su cabeza acabó en una pica, en la plaza pública.

A comienzos del siglo XV aparece Rudolf Althaus, conocido como “el erudito” Rudolf tenía una hermosa caligrafía, con talento para imitar la letra de cualquiera incluyendo firmas y rúbricas, de manera impecable.  Desde luego que él puso esa habilidad a buen uso y beneficio, amasando alguna fortuna, a costa de incautos que se fiaban de sus buenas artes. Se cuenta que por una temporada acabó engrillado, picando piedras en una cantera. El trabajo rudo arruinó de alguna manera su habilidad de calígrafo.

Algunas décadas después, tenemos a Fray Heinz Heinrich Althaus, apodado “el santo” por sus familiares. Habiendo elegido la carrera de los hábitos en su mocedad por sus piadosas inclinaciones. Al tiempo descubrió una innata habilidad para el negocio inmobiliario.

Montó despacho en el monasterio donde residía, en el recibía a los feligreses, donde ofrecía parcelas en el cielo aptas para todos los bolsillos. Había constelaciones preferidas por los compradores, en las cuales el precio era elevado, como en Orión, considerada de alto standing y adecuada para gente adinerada, pero también constelaciones en el hemisferio sur, poco conocidas, a precios asequibles a los pobres. El chollo inmobiliario celestial tocó a su fin cuando un entrometido fraile llamado Martin Luther (Lutero), denunció este asunto como ilícito. Al llegar a oídos de la casa matriz de Roma, su santidad excomulgó a Fray Heinz bajo acusación de no haber enviado el diezmo que les correspondía, como legítimos dueños del cielo. El santo durmió en la paz del Señor a los 88 años de edad, amado y respetado por los herederos de su bien ganada fortuna.

En el siglo XVII floreció Klaus Fritz Althaus. Conocido en los anales familiares como “el almirante”. Político de raza, se vio obligado a exiliarse por discordias de salón. La leyenda cuenta que supo recalar en la isla de Jamaica. Klaus en su condición de líder nato, no tardó en participar del lucrativo tráfico de pasajeros desde África a América, para lo que acondicionó una flotilla de cruceros de lujo, conocidos en la época como barcos negreros. ¡Los naturales de África, clamaban por poder realizar el sueño americano! Los patronos blancos, necesitados de mano de obra cualificada, para sus plantaciones de tabaco en el caribe, estaban dispuestos a pagar un buen precio, para alojar aquellos inmigrantes voluntarios y deseosos de recalar en la tierra prometida. Acumuló patrimonio, pero no existe constancia fehaciente de los avatares de su vida y muerte. Sí perduró su obra “altruista”.

Testimonios y crónicas de la época que han llegado hasta nuestros días, dan fe de la existencia de estos parientes mitológicos. Si bien el “boca a boca” ha enriquecido las biografías, persisten sombras de verosimilitud.

¡Lo cierto es que no he heredado ni un duro de tales suculentas fortunas!

 

EL ENIGMA DEL TIEMPO

No vemos, tocamos, oímos u olemos el tiempo, es inmaterial, este solo fluye, discurre, nuestra vida transcurre en el tiempo. En mi fantasía por acotarlo, permitidme asomarme al túnel del tiempo, y si quieres te cuento lo que veo:

De niño, el tiempo era atemporal, se trataba de gozar el presente, el ahora, con inocencia, con indolencia.

Cuando joven, pensaba que el día de mañana quedaba lejano, sin darme cuenta que de pronto se había convertido en el ayer, que era cosa ida, pero sin arrepentimientos.

Cuando adulto, intuía que es un bien escaso y un recurso perecedero, que pierdes de vista por estar ocupado en mil avatares y otros menesteres, que sospechas de su fugacidad, pero lo transitas sin detenerte en reflexiones.

De abuelo, escucho su llamado. Aprendí que siempre avanza, nunca retrocede, simplemente vuela. Sé que es impaciente y no espera, no hay pausa. Como un puñado de arena fina, se me escurre entre los dedos.

El humano, en su evolución ha aprendido a medir el paso del tiempo, por eso cumplimos años, por lo mismo vivimos en el siglo XXI, pero nada podemos hacer para modificar su curso. Es un concepto intangible y abstracto. Solemos hablar de ganarlo, perderlo o ahorrarlo, pero lo cierto es que ni siquiera puede atesorarse, ¡quien pudiera guardar un poco para el futuro! si, guardar en una hucha minutos, horas, días como reserva para tiempos de escasez.

Podemos aceptar que es una percepción emocional de la duración de los momentos, que es subjetivo y que suele variar según las expectativas, por más que el reloj mantenga inmutable su tic-tac.

Quien mejor reflejó su relatividad ha sido el escritor, clérigo y docente americano, Henry Van Dyke;  <<El tiempo es demasiado lento para aquellos que esperan, demasiado rápido para aquellos que temen, demasiado largo para aquellos que lamentan, demasiado corto para aquellos que celebran>







 
 
 

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